A pesar de lo que afirmaban los luditas, y como el propio Marx señalara refiriéndose específicamente a las maquinarias industriales,20
las tecnologías no son ni buenas ni malas. Los juicios éticos no son
aplicables a la tecnología, sino al uso que se hace de ella: la
tecnología puede utilizarse para fabricar un cohete y bombardear un
país, o para enviar comida a una zona marcada por la hambruna. Cuando la
tecnología está bajo el dominio del lucro, se utiliza principalmente
para el beneficio monetario, lo cual puede generar prejuicios subjetivos
hacia la tecnología en sí misma y su función.
Cuando el lucro
es la finalidad principal de las actividades tecnológicas, caso
ampliamente mayoritario, el resultado inevitable es considerar a las
personas como mercancía e impedir que la prioridad sea el beneficio
humano y medioambiental, dando lugar a una alta ineficiencia y negligencia medioambiental.
Cuando hay seres vivos involucrados (animales de laboratorio y personas), caso de las tecnologías médicas, la experimentación tecnológica tiene restricciones éticas inexistentes para la materia inanimada.
Las consideraciones morales rara vez entran en juego para las tecnologías militares, y aunque existen acuerdos internacionales limitadores de las acciones admisibles para la guerra, como la Convención de Ginebra, estos acuerdos son frecuentemente violados por los países con argumentos de supervivencia y hasta de mera seguridad.
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